Apenas se levantaron las medidas restrictivas por Covid-19, después de más de un año de cuarentena, la gente no quiso quedarse encerrada y llenaron las mesas de restaurantes, bares y cantinas que antes estaban vacías por la pandemia. Sin embargo, los tickets de cuenta comenzaron a cambiar a escondidas, pues en el cargo final se adjuntaban porcentajes aparte de la propina como el de «salario digno» o el de «tarifa de cocina», que fueron creados para recuperar las pérdidas ocasionadas por el Covid-19. Esto en Estados Unidos, donde ya está causando molestia en los consumidores.
¿De dónde salieron esos conceptos?
Los dueños de los restaurantes afirman que se vieron obligados a hacerlo porque no tenían otra salida más que aplicar el gasto al consumidor final. Según ellos ambas categorías, que llegan disfrazadas a la hora de pagar la cuenta, son una especie de compensación tomada para pagar mejor al personal administrativo y operarios como cocineros y lavaplatos. También han pretextado que se trata de una cantidad mínima que tiene como objetivo cubrir la atención médica de los empleados y crear nuevos espacios de trabajo seguros..
De acuerdo con Denise Mickelsen, directora de comunicación de Colorado Restaurant Association and Foundation, el sector restaurantero aún no se recupera del todo de dos años de inactividad y hasta han predicho que el 2023, será mucho peor que los anteriores en cuestión de operabilidad del negocio.
La propina mínima obligatoria, que prevalecía antes de la cuarentena, al parecer ya no sirve en la actualidad. tampoco el reparto que se hace de ésta entre todos los empleados del restaurante al final de la jornada. La funcionaria empresarial reconoció que el sector enfrenta una escasez generalizada de mano de obra y costos cada vez mayores que hacen que sea casi imposible «operar un restaurante de manera rentable».
La lupa de los consumidores no se ha hecho esperar. Muchos comensales se han quejado de las cantidades incluidas a propósito, y han pegado el grito en el cielo ante lo que califican como un abuso a lo que simplemente debería ser una compra alimenticia. Una idea muy común entre los clientes es que su consumo es local y no especial como el caso de los hoteles o los restaurantes gourmet, donde sí se aplican tarifas incluso mayores por el derecho a deleitarse con platillos especiales en un ambiente ídoneo.
La pregunta ha comenzado a aparecer. Como si fuera una simple derrota de los comensales, estos comienzan a cuestionarse: bueno y porqué hay que ayudarles a recuperarse en su negocio, cuando sin consumidores ni siquiera podrían trabajar. Una de las soluciones que han puesto algunos restaurantes es incluir los costos adicionales en los precios del menú, sólo para ver cómo el pagador final se molesta aún más por el truco.
El famoso «todo incluido» a pique
Otros comercios sectoriales han optado por ofrecer platillos bajo el modelo «todo incluido», es decir, que ya no se cobraría por el servicio ni la propina sino que se incluirían en la cuenta final. Sólo para ver que tampoco puede funcionar, al menos a largo tiempo, porque a nadie le gusta ver un precio alto por lo que anteriormente, en comparación natural, sabían que era más barato.
Los mismos consejeros de los comederos han advertido que, de seguir así la cosa, lo único que se esperaría es que nadie cruce las puertas del paraíso del sabor. A nadie convencería pagar un platillo gourmet al cual se le aplican costos como si fueran moscas a la miel y termina con un valor aproximado de 32 dólares (casi 300 pesos), sin incluir bebidas ni otros aditamentos que también cuestan y aumentan la cuenta).
Tal vez no nos hemos puesto a pensar en que la costumbre de acudir a los restaurantes para iniciar relaciones afectivas o festejar la convivencia familiar o fraternal está en vías de cambiar por un consumo más exiguo, pero a la vez más exigente. ¿Platillos con menor contenido de alimentos, pero pagando lo justo? La opción B al parecer nadie la quiere: dejar de acudir a comederos ante los cargos disfrazados. Sin embargo, todos saben que sería una forma de hacer temblar al sector.
Sólo para que lo sepan: En Estados Unidos, al igual que en México, la propina no es obligatoria. En ambos países si un restaurante obliga a los clientes a dejarla, podría ser multado y tampoco puede por ley retenerlas para sí. Sin embargo, hay excepciones que se pueden ganar con el servicio, sobre todo cuando el cliente está consciente de que ha recibido una atención de primera; esto es lo que induce a dejar un porcentaje que puede ir desde el 10 al 16 por ciento. En los bares del Centro Histórico de la Ciudad de México, se estila un mesero que atiende al cliente con las bebidas y otro con los alimentos, los cuales estan incluidos siempre y cuando se consuma una cierta cantidad de copas, que oscila entre tres y cuatro. Una vez que esto se cumple, el servicio que preste el botanero puede llevarse más que una buena propina si permite que el comensal repita los alimentos que más le gustaron de la larga lista de apetecibles sugerencias ofrecidas. En el país vecino se premia la atención del mesero hasta con el 22%. Llama la atención lo que pasó en La Polar, una cantina mexicana, donde los propios meseros se cobraron su propina a punta de golpes. De acuerdo con diversos medios de comunicación locales, exigían a un parroquiano, acompañado por su novia, una gratificación de 50 por ciento, en un gasto de mil pesos.