El bulliying siempre ha existido. No en la forma en que ahora la conocemos, donde las redes sociales se convierten en perversas armas de coacción, sino en el tipo de presiones que recibían los individuos para ser sometidos, para burlarse de alguien o simplemente para mostrar prepotencia hacia los demás.
¡Nos vemos a la hora de la salida! Esa era una frase muy escabrosa que se escuchaba en las escuelas primarias o secundarías en los años setentas del famoso Distrito Federal. Significaba que el que lo decía estaba amenazando a quien señalaba como adversario por alguna razón que no le parecía: por envidia, recelo, rivalidad, revanchismo, etc. estaba prácticamente obligado a atender esta “especie de desafío” cueste lo que cueste. No había escapatoria.
Antes de seguir, les recomiendo una película que muestra cómo los que eran amenazados en las escuelas se sentían muy parecido a esa situación: ¡aterrados! Se trata de Three O´clock high, dirigida por Phil Joanou en 1987. En español se le dio el título de “Cita con el peligro”, ni más ni menos que una buena descripción de la agonía que sufrían los estudiantes que estaban en desventaja física, numérica o, incluso, académica y, por supuesto, las tres de la tarde era la hora de la salida.
Jerry Mitcheli (Casey Siemaszko) es un
estudiante descuidado al que todo le pasa en un sólo día; además de llegar tarde a clases a la secundaria debido a que se le ponchó una llanta a su auto,
es enviado a la dirección. Allí también conoce a
Buddy Revell (Richard Tyson), un estudiante fósil mayor, enorme, callado y conocido por ser violento. Mientras esperan a entrar con el director, Casey cuestiona a Buddy sobre si mató a un individuo en una pelea en una escuela en la que estuvo inscrito, a lo cual sólo consigue molestarlo (era para lo único que era bueno: molestar). Este, a quien además no le gusta intimar con nadie por obvias razones, se enfurece tanto que
lo obliga (no lo reta, que quede bien entendido)
a pelear a las 3 p.m. en el estacionamiento de la escuela.
Al pobre Jerry sólo le quedan siete horas de seguridad, pero tratará de ingeniárselas, junto con la ayuda de una buena cantidad de amigos debiluchos y apocados, para cambiar su mala suerte y hallar una salida a su difícil problema. A medida que el tiempo corre y el suspenso aumenta, Jerry se da cuenta de que no hay forma de evitar el enfrentamiento con el musculoso matón, en una pelea que probablemente será la última para él. Se tratará de cerebro contra fuerza en una de las películas contemporáneas que expone de manera interesante la problemática del bullying. Les dejo a ustedes, estimados amigos, el final del filme.
¡Continuemos por favor, maestro! Bueno en mi caso, la hora de la salida era a las seis de la tarde y muy frecuentemente veía ruedas de estudiantes que cercaban una pelea concertada durante las clases. Sí, era cierto, se podían ver caras preocupadas de chicos que no podían evitar el reto y lo tenían que enfrentar. El bravucón se movía como rey en el espacio, mientras sus secuaces amilanaban al contrincante con gritos e improperios (ahí me di cuenta mucho tiempo después de cómo tratan al toro para debilitarlo ante el matador).
Muy rara vez, alguna señora intervenía para suspender la pelea, ¡ufff! eran las bendiciones que salían de quién sabe dónde, pero se agradecía.
Sin embargo, en una ocasión me hice amigo de un compañero que ingresó dos meses después de las inscripciones, nadie le hablaba porque los equipos y grupos ya estaban hechos. Lo sentaron junto a mí. Resultó que el chico era hijo de un dueño de un deportivo, donde se enseñaba boxeo y, por supuesto, él estaba entrenado. Durante el recreo me platicaba sobre su entrenamiento en el gimnasio, las técnicas de ataque y defensa. Hubo una ocasión en que al mostrarme un movimiento, golpeó a un tipo mayor de tercer año y éste lo amenazó con enfrentarlo con uno de su camarilla, que era conocido por derrotar a varios en la salida.
Mi amigo no se acobardó y aceptó el reto: era ese mismo día a la salida. Seamos breves, él resultó vencedor y nadie nunca más le volvió a hablar pero, esta vez, por miedo a sus puñetazos y sus técnicas. ¿Será necesario establecer que los alumnos aprendan a defenderse para eliminar el 2 de mayo, Día Internacional contra el bullying?