Llevando una tradición de 5,000 años a los rincones olvidados de la sociedad tras las rejas
En un mundo donde la rehabilitación suele quedar relegada frente al castigo, una iniciativa transformadora ha comenzado a echar raíces silenciosamente en los sistemas penitenciarios de México. El Centro Cultural de la India Gurudev Tagore (GTICC), de la Embajada de la India en la Ciudad de México, ha lanzado un proyecto de gran impacto: llevar sesiones estructuradas de yoga a prisiones de todo el país. Estas sesiones están abiertas a personas privadas de libertad, tanto hombres como mujeres, ya sea que estén en proceso legal o hayan recibido sentencia. El propósito es claro: ofrecer la práctica del yoga a quienes más lo necesitan, personas en condiciones de aislamiento, muchas veces invisibilizadas por la sociedad, pero que siguen anhelando sanar y reencontrar sentido.
Originario de la India hace más de 5,000 años, el yoga es mucho más que una serie de ejercicios físicos. Se trata de una disciplina integral que combina respiración consciente, movimiento corporal, meditación y filosofía. En su esencia, la palabra yoga significa “unión”: un retorno al equilibrio, la quietud y la autoconciencia. En años recientes, la ciencia moderna ha confirmado lo que la sabiduría ancestral ya intuía: el yoga posee un alto potencial terapéutico. En centros penitenciarios de diversas partes del mundo, se ha comprobado que su práctica reduce el estrés, la agresividad, la ansiedad e incluso los síntomas del trastorno por estrés postraumático. Además, promueve la claridad mental, la autorregulación emocional y un renovado sentido de propósito, herramientas fundamentales para quien transita un proceso de transformación personal.
En 2014, la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró el 21 de junio como el Día Internacional del Yoga (IDY), a propuesta del Honorable Primer Ministro de la India, Sri Narendra Modi. La resolución fue respaldada por 177 países, la mayor cifra registrada para una iniciativa de este tipo, destacando los beneficios integrales del yoga para el bienestar físico, mental y espiritual. Desde entonces, el IDY se celebra anualmente y promueve el reconocimiento mundial de las raíces indias del yoga, así como su relevancia para enfrentar desafíos contemporáneos como el estrés, los trastornos del estilo de vida y la necesidad de cohesión social. Ese día, millones de personas en el mundo se unen en una práctica común que trasciende fronteras, creencias y culturas.
El Centro Cultural Gurudev Tagore, que de manera habitual organiza espectáculos artísticos, clases de idiomas, conciertos y conferencias para fortalecer los lazos entre India y México, ha decidido ampliar su labor en 2025 para incluir a poblaciones marginadas. En el marco del Día Internacional del Yoga, el GTICC se ha aliado con autoridades penitenciarias mexicanas para introducir esta práctica en diversos centros de reclusión. No se trata de un gesto simbólico, sino de un programa cuidadosamente diseñado, centrado en el bienestar, la inclusión y la compasión.
Las sesiones están adaptadas para ser accesibles, respetuosas y fortalecedoras. Instructores capacitados para trabajar con poblaciones vulnerables guían a las personas internas mediante ejercicios sencillos de respiración, posturas físicas suaves y momentos de silencio consciente. No se incluyen elementos religiosos ni se exige realizar cánticos: el enfoque es ofrecer un espacio donde la respiración se convierta en una herramienta de claridad interior, y el tapete de yoga, en un refugio de libertad. El programa contempla tanto instalaciones varoniles como femeniles, garantizando el acceso equitativo a esta práctica.
Los primeros testimonios han sido notablemente positivos. Un joven interno en un penal del centro del país expresó que fue la primera vez, en años, que sintió paz sin temor. Otro, con más de una década en reclusión, confesó que nunca creyó que el yoga fuera “para personas como él”; ahora, es la actividad que más espera cada semana. Estos no son solo momentos fugaces: son señales iniciales de lo que el yoga puede despertar—autorreflexión, autocontrol y esperanza.
Durante una sesión en el penal de Santa Martha Acatitla, un joven en prisión preventiva se acercó con la voz temblorosa y los ojos llenos de esperanza: “¿Cuándo volverán? Por favor, regresen pronto…”, preguntó una y otra vez, aferrado a su tapete como si se tratara de un salvavidas. Para él, esa hora no fue solo una rutina física, sino un momento de dignidad, silencio y alivio frente al caos emocional. La intensidad de su súplica—sincera y profundamente humana—recordó que detrás de cada uniforme hay una historia que busca sanar.
El GTICC y la Embajada de la India planean extender esta iniciativa en los próximos meses. Entre sus metas destacan la formación de internos seleccionados como instructores de yoga, permitiendo que el programa se sostenga desde dentro; la elaboración de manuales especializados en español, diseñados para contextos penitenciarios; y el establecimiento de alianzas con organizaciones civiles que acompañen a las personas en su práctica una vez obtenida su libertad. Paralelamente, se está desarrollando una estrategia de recopilación de datos psicológicos para evaluar el impacto del yoga en el comportamiento, la salud mental y el proceso de reintegración social de las personas privadas de la libertad.
Aunque para algunos la práctica de yoga en prisión pueda parecer insólita, en realidad se alinea con los valores de la justicia restaurativa y la diplomacia cultural. Al incorporar esta disciplina milenaria en los espacios carcelarios, el GTICC no solo difunde un pilar del patrimonio espiritual de la India, sino que también ofrece una herramienta práctica, universal y no violenta para la rehabilitación. El yoga no juzga ni excluye: acoge a cada persona tal como es—física, emocional y espiritualmente—y le ofrece una vía de evolución.
Como parte de esta propuesta transformadora, las sesiones se están implementando en instalaciones clave de la Ciudad de México, como el Centro Varonil de Reinserción Social Santa Martha Acatitla, la Penitenciaría de la CDMX y, potencialmente, el Centro Femenil de Reinserción Social. Además, en una visión holística del bienestar institucional, el programa también incluye al personal administrativo y de seguridad del Reclusorio Preventivo Varonil Norte. Al integrar no solo a las personas internas, sino también a quienes laboran diariamente en el sistema penitenciario, se busca fomentar un ambiente más equilibrado, consciente y humano para todos los actores involucrados.
Mientras el mundo conmemora el Día Internacional del Yoga este mes de junio, México se suma a la comunidad global con una voz propia, firme y empática. Y mientras los parques y plazas se llenan de tapetes y música, vale la pena recordar que, en silencio, detrás de los muros, otras personas también se estiran, respiran y reconectan con su valor personal. En la serenidad de una sesión de yoga en prisión, está ocurriendo una transformación real—una respiración, una postura, un instante a la vez.
Para concluir, compartimos una reflexión del Bhagavad Gita:
“El yoga es el viaje del yo, a través del yo, hacia el yo.”

